La inusual experiencia de viajar a Chernóbil

por Enric Gili

Seguramente no es muy común viajar a Ucrania como turista en situación de conflicto, y todavía es más inusual viajar a Chernóbil.

Estos días se cumplen 35 años de una de las mayores tragedias nucleares de la historia. En uno de los primeros números de Magellan, un viajero quiso compartir su diario de viaje de una visita a Chernóbil muchos años después de la devastadora explosión que arrasó con todo. Hoy compartimos de nuevo las reflexiones de Enric Gili.

La central, la más moderna de la URSS, explotó en 1986 causando miles de muertes por todo el mundo. Todavía hoy hay consecuencias graves y toda la región circundante está totalmente contaminada. La Unión Soviética construyó una de las mejores ciudades del mundo junto a la central, Pripyat, que en su momento llegó a los casi 50.000 habitantes. El día de la explosión nadie avisó a los habitantes de dicha ciudad. Toda la población murió o quedó afectada gravemente por la radiación.

Y con todo esto, ¿como es que decidimos viajar a Chernobil?

Todo empieza planificando una semana de vacaciones con los amigos. El destino escogido era Estambul de inicio, lugar mucho más común y normal. Precisamente esta frase de “sitio común y típico” es la que nos provocó muchas dudas al respeto, pues queríamos una experiencia única.

Siempre quisimos viajar a Chernóbil, y buscando información vimos que sí, era posible visitar la zona de exclusión nuclear más grande del mundo. Sólo se puede hacer con un permiso especial y a través de una agencia especializada y aprobada por el Ministerio de Sanidad ucraniano.

Chernóbil: 'Check-point' de entrada a la zona de exclusión

‘Check-point’ de entrada a la zona de exclusión

Una vez hubimos contactado con la agencia, comprado los billetes de avión y pagado todas las tasas para poder hacer la visita estábamos listos para vivir una de las mayores experiencias de nuestras vidas.

Nuestra visita a la central nuclear de Chernóbil empieza realmente el día antes de poder hacerlo. Recibimos un correo de la agencia con un título sospechoso: “FORCE MAJEURE” y en el contenido se detallaba que se habían cancelado las excursiones a la zona por “maniobras de entrenamiento antiterrorista” del ejército, según informaba el gobierno, y que se posponían al lunes.

Para nosotros no había problema. Más adelante descubrimos que el motivo real era un aviso de bomba terrorista sobre la central nuclear.

Después de este inicio accidentado, por fin llegó el lunes. La agencia nos vino a buscar directamente al apartamento de Kiev sobre las ocho de la mañana, allí entregamos los pasaportes para poder circular en cada zona de exclusión y los check-points.

La primera zona de exclusión nuclear dista 30 Km. de Chernóbil y está a unas dos horas en minibus de la capital. A partir de ese punto casi todo está contaminado y es nocivo para la salud. Se recomienda estar sólo un día. En este punto se controla cada pasajero que entra y sale des del check-point.

Pequeño pueblo destrozado en las cercanías de Chernóbil

Pequeño pueblo destrozado en las cercanías de Chernóbil

Lo primero que visitamos fue un pueblo que antes del 1986 tenía 3.000 habitantes. Ahora solo vive una mujer de 86 años. Todo el pueblo está destrozado, el bosque poco a poco se ha ido comiendo las calles y las casas. Es casi imposible moverse a pie por esa zona.

Nadie del grupo entendía como esa mujer vivía allí, en una zona tan contaminada, sin luz, ni gas, ni agua, ni comida. La mujer va a pie cada día a la zona militar donde le dan de comer.

Salimos del pueblo y llegamos al check-point situado a 10 Km. A partir de allí está prohibido vivir, los niveles de radiación son altísimos en muchos puntos.

Seguidamente llegamos al pueblo de Chernóbil. Antes de la catástrofe, tenía miles de habitantes, y ahora mismo son sólo 200 personas entre militares e ingenieros que intentan solucionar el problema de la contaminación. Se tienen que ir turnando y salir de la zona al cabo de varios días, no es bueno para la salud.

Sorprendentemente, en el pueblo hay un guesthouse y Wifi. Los monumentos y memoriales recordando a las víctimas y a los pueblos desaparecidos dan a este lugar un punto tenebroso y emblemático a la vez.

El siguiente destino fue el radar antimisiles soviético DUGA-3. Unos 150 metros de alto por centenares de ancho ocultados en medio del bosque. Desde hace muchos años inutilizado, ahora mismo es un gigante de hierro oxidado a punto de caer. Es una zona que al viajar a Chernóbil no se puede perder. Nos impresionó mucho verlo.

Chernóbil: Radar anti-misiles soviético DUGA-3

Radar anti-misiles soviético DUGA-3

Dejamos la pista forestal para visitar una antigua escuela, ahora mismo integrada en el bosque. El medidor de radioactividad marcaba valores 1.000 veces mayores a lo adecuado, solo podíamos estar cinco minutos en la escuela. El colegio fue abandonado el día que desalojaron la zona. Mesas, sillas, cuadernos, ropa… todo sigue en el mismo sito en que lo dejaron aquel 28 de abril 1986 (dos días después del desastre).

Una vez hecha la visita nos dirigimos a la central nuclear de Chernóbil y a cada uno de sus reactores. El que explotó fue el reactor 4. Sólo pudimos circular a un centenar de metros y sin parar debido a los niveles de radiación que marcaba el medidor.

El reactor 4 sigue casi igual que el día del desastre, y justo a su lado se está construyendo “el sarcófago” que a lo largo de este mismo año 2015 hará de ataúd y tapará finalmente el reactor destrozado, haciendo por fin que la radiación que sale de la central sea más baja.

Los alrededores de la central impactan mucho: todo lo que crece es de color rojo, color radiactivo. Se quema y corta muy a menudo para no contaminar más.

Colegio abandonado dos días después del desastre, Chernóbil

Colegio abandonado dos días después del desastre

Finalmente, y a unos cinco kilometros llegamos a la ciudad fantasma de Pripyat. El minibus circuló por el bosque. Pronto descubrimos que eso era la avenida principal hoy convertida en bosque. Entre los árboles se podían distinguir los edificios gigantes de viviendas de estilo soviético, muchos a punto de caer. No había nadie, todo estaba destruido, solo árboles y edificios abandonados.

Los riesgos de viajar a Chernóbil

Al cabo de pocos minutos llegamos al final de la avenida, la plaza principal. Aquí los niveles de contaminación son muy elevados. Alrededor nuestro pudimos ver el supermercado (abandonado tal cual todavía con los carritos de la compra), el hotel, la escuela y el hospital. Nos acercamos al supermercado, todo estaba oxidado y con goteras. Nos recomendaron no andar mucho por esa zona.

Seguidamente nos acercamos al parque de atracciones, seguramente la zona más fotogénica y popular de la ciudad nuclear. Autos de choque, una noria y varias atracciones también abandonadas tal cual. Muy impactante. No pudimos estar muchos minutos allí, los niveles de radiación eran altísimos. A continuación nos desplazamos al gimnasio municipal, donde hicimos una pequeña ruta por la pista de baloncesto y la piscina.

Noria en el parque de atracciones de Pripyat

Noria en el parque de atracciones de Pripyat

Ya llevábamos dos horas en la ciudad, el tiempo máximo recomendado para la salud. Cogimos el minibus para salir de Pripyat y volver a Kiev. Para eso primero debíamos pasar otra vez los dos check-points (a 10 y a 30 Km.). Allí debíamos comprobar si alguna parte de nuestro cuerpo o de la ropa había sido contaminada. Un control de radiación. Por suerte nadie de nuestro grupo resultó contaminado.

No es inusual que los turistas resulten contaminados, aunque hay protocolos sencillos y fáciles de descontaminación. En teoría no hay que preocuparse mucho por este tema. Finalmente salimos de la zona de exclusión nuclear para llegar a Kiev.

Seguramente fue una de las experiencias más impactantes que hemos vivido en nuestra vida. Una vez estás justo allí no eres consciente de lo que estás viendo y viviendo. Fue en el hotel, repasando las fotos y los momentos, cuando nos dimos cuenta de que habíamos visitado Chernóbil y de todo lo que habíamos visto. Todavía hoy estamos impactados. Es una experiencia totalmente recomendable.

Publicado en el Nº5 de Magellan

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