Visitar Jordania en 7 días

por Mari Huertas

Cruce entre Oriente y Occidente y cuna de culturas, Jordania resiste inmutable al paso de las civilizaciones y la historia

A veces, el viajero espera mucho de su visita a un determinado lugar, a veces, esa visita soñada y esperada, decepciona… Pero no fue el caso de Jordania. Visitar Jordania en 7 días es toda una aventura, muy variada y emocionante. Voy a intentar resumir mi experiencia aunque no se si lo lograré… ¡hay tanto que contar!

Primer día: empieza la mejor ruta para visitar Jordania

Llegamos a Ammán, capital del reino de Jordania. Es nuestra primera toma de contacto con el país. Sus gentes parecen amables y los españoles somos muy bien recibidos allí. Eso si, queridos amigos (habibis en árabe), no penséis en tomar una buena cerveza o un vinito si no tenéis el bolsillo bien preparado, ¡el alcohol es carísimo! Por el contrario, se puede fumar en todas partes sin problemas, y a la mitad de precio que en España… Dada la situación, nos vamos a dormir pronto, que mañana empieza la verdadera aventura.

Segundo día: de Ammán a Jerash

Comenzamos nuestra ruta en Ammán. Allí visitamos la Ciudadela, uno de los lugares habitados continuamente más antiguos del mundo, testigo del nacimiento de las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Un viaje en el tiempo sin duda. Desde allí nos trasladamos a Jerash, habitada desde la edad de bronce, allí los romanos dejaron constancia de su poderío: hipódromo, foro, circo… y un maravilloso Arco de Adriano. Y, como no solo de piedras y arte vive el hombre, terminamos el día tomando unos zumos de menta con limón, típicos de la zona y fumando unas Shishas.

La Ciudadela de Ammán

La Ciudadela de Ammán

Comprobamos que las mujeres allí tienen más libertad de lo que se podría presuponer en un país mayoritariamente musulmán: trabajan fuera de casa, usan los pañuelos con discreción y la mayoría no se tapan la cara. Puede que sea por la influencia de su reina, Rania de Jordania. Nos explican que los cristianos no tienen problemas allí para practicar su religión y que las iglesias ortodoxas conviven con las mezquitas de forma natural.

Tercer día: mosaicos y deliciosas réplicas

Empezamos en Madaba, al sur de Ammán, con sus mosaicos y su Iglesia bizantina de San Jorge. En su ábside admiramos un gran mosaico-mapa, la representación cartográfica más antigua de Jerusalén y la Tierra Santa que se conserva. Luego seguimos hacia Mount Nebo, desde donde pudimos hacernos una idea del paisaje que vio Moisés hace más de dos mil años. El no pudo pisar la tierra de “leche y miel” que le prometía su Dios, pero si divisarla desde allí.

Madaba

Mosaico-mapa en Madaba

Allí paramos para degustar unos de los platos típicos del país, el mansaf, elaborado con cordero, yogur y arroz. Después de comer, continuamos nuestro viaje hasta el castillo de Shawbak, una fortaleza que los cruzados nos dejaron en el Camino de los Reyes, una ruta de peregrinos, caravanas y comercio que se encuentra entre Siria y Arabia.

Visitar jordania. La pequeña Petra

La pequeña Petra

Y después descubrimos ¡la pequeña Petra!, una maravilla, una réplica de Petra, excavada en la piedra que los nabateos (el pueblo que construyó Petra y cuya actividad se desarrolló al sur y este de Palestina) usaban a modo de almacén de mercancías, un pequeño adelanto de lo que nos esperaba al día siguiente. Terminamos la jornada cansados, pero muy felices. Visitar Jordania había sido una gran decisión.

Cuarto día: el tesoro

Y por fin llegamos a ¡Petra! Antigua ciudad capital del reino nabateo, hoy un importante enclave arqueológico, que deja a todos con la boca abierta. Sinceramente, creo que nadie debería morir sin ver esta preciosidad, pero eso sí, hay que estar en forma para disfrutarla, pues hay que caminar durante una hora y subir unos 900 escalones de piedra para apreciar toda su belleza.

La experiencia de llegar al Tesoro (Al Khazneh) excavado en la piedra roja, atravesando una estrecha garganta (Siq) de kilometro y medio de largo y unos 80 metros de alto, es impresionante y emocionante. La subida de los empinados escalones en zigzag para encontrarnos con el Monasterio (Al-Dayr) y con una increíble vista de toda la vieja ciudad es, como mínimo, gratificante, una alegría para la vista y el alma.

Visitar Jordania. Petra

Petra

Los dioses y gentes que allí vivieron perviven entre piedras rosas y acantilados angostos, sus muertos descansan majestuosamente en tumbas señaladas con escalones de piedra, de subida para mujeres, y de bajada para hombres. Dejamos Petra con reticencia, los ojos llenos de belleza y las piernas cansadas –confieso que hicimos trampa y usamos los caballos un rato– para ir al desierto donde pasaremos la noche.

Vamos a por la “comida enterrada”(cordero y pollo con patatas), cocinada durante horas enterrada en la arena del desierto. En el campamento hay baile, chistes y más shisha. Dormimos como benditos, ni los mosquitos pueden quitarnos el sueño.

Quinto día: arena, pueblos e historia

En el desierto de Wadi Rum, lleno de vida, de historia y de color, con pequeños oasis para descansar, tomar un té o un zumo de granada, o dejar que nos pinten los ojos con kole y nos pongan las palestinas al estilo jordano, nos esperan los beduinos y sus camellos, una experiencia que ya teníamos pensada desde que decidimos visitar Jordania.

El desierto de Wadi Rum

El desierto de Wadi Rum

Allí daremos un paseo en 4×4 para ver los puntos más importantes de la antigua trashumancia (un tipo de pastoreo que está siempre en continuo movimiento, para ir adaptándose a otras zonas de productividad, aunque mantiene asentamientos estacionales fijos) y las rutas de las caravanas del desierto.

Nos cuentan historias de los antiguos judíos, de los nabateos, de los beduinos, de Lauren de Arabia, de independencia, de guerras, de vidas pasadas y presentes… Y al son de estas historias comemos en el campamento para luego seguir nuestro camino hacia Aqaba.

Sexto día: agua

Descubrimos Aqaba, una ciudad costera libre de impuestos, una especie de Andorra jordana, que resulta una mezcla de vida occidental y oriental. Allí navegamos en yate para ver los corales y hacer snorkel en el mar Rojo, una belleza. Hace un tiempo fantástico y conseguimos ver tortugas y delfines, además de los peces de colores y los corales habituales de la zona. Regresamos a los hoteles quemados y dispuestos a disfrutar de unas cervezas bien frías, pasear por la ciudad y lo que haga falta…

Aqaba

Aqaba

Séptimo día: el mar Muerto

Es el último día de nuestra ruta. Llegamos al hotel a orillas de este curioso mar llamado mar Muerto, que está a 400 metros bajo el nivel del mar. Según la Biblia, aquí se encontraban las ciudades de Sodoma y Gomorra. A nosotros nos parece más un lago que un mar. Un mar que recibe las aguas del río Jordán y que tiene tal salinidad que te puedes bañar sin miedo a hundirte.

Mar Muerto

Mar Muerto

Los lodos que encuentras en sus orillas son muy beneficiosos para la piel, hay toda una industria entorno a estos lodos: cremas, sales,etc. Nosotros disfrutamos con el baño y con el típico juego de untarnos todo el cuerpo con esta pasta natural negra, y con las bromas sobre si Jesús anduvo o no anduvo sobre estas aguas tan densas.

Dormimos relajados y, evidentemente, con la piel tan suave como el culito de un bebé. Y ahí acabó la aventura. Siete días no fueron suficientes para visitar Jordania, se nos quedaron cosas por ver en el tintero, así que todos decidimos que había que volver… pero este ya será otro viaje y otra historia. Shukran Jordania.

Publicado en el Nº5 de la revista Magellan

Visitar Petra desde casa

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1 comentarios

Melina Noel Mansilla 21/06/2020 - 13:53

Excelente!!! Muy interesante la nota. Gracias por sugerir un plan de viaje tan completo!

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