Fin de año en Nueva York

por Olivia Oporto

Si repaso los viajes de mi vida me doy cuenta de que en muchas ocasiones ha sido el cine el que me ha despertado la curiosidad por algunos lugares a los que no sé a ciencia cierta si hubiera viajado. No hay lugar a dudas de que disfrutar de un inolvidable fin de año en Nueva York fue uno de los primeros sueños cinematográficos que logré hacer realidad.

Si lo analizo detenidamente me parece infantil, pero supongo que a lo largo de la vida mantener ese espíritu curioso, divertido e inquieto que tenemos de niños hace que nuestra edad real sea, a medida que avanza el tiempo, mucho menor que la que marca el calendario.

Fin de año en Nueva York y el sueño realizado de patinar en Central Park

Uno de esos momentos que yo soñaba recrear en la vida real procede de una de las que seguramente es una de las más infumables y lacrimógenas películas que ha dado el séptimo arte, y era ni más ni menos que el momento “patinando en Central Park” de la película Love Story.

Esta archifamosa película en su época  fue un gran éxito de taquilla en los lejanos años 70, con su correspondiente libro, su banda sonora y sus grandes frases como la que en aquellos años se repitió hasta la saciedad:  “el amor significa no decir nunca lo siento”.

Ya os podéis hacer una idea de que el guión era una sucesión de frases inteligentes, situaciones a cual más profunda, y desenlace del todo imprevisible (?). En cualquier caso desde que vi a la protagonista deslizarse por el hielo en Central Park supe que un día yo también patinaría por aquella pista, rodeada de verdes arbustos y de altos rascacielos en el corazón de Manhattan.

Love Story okPasaron muchos años y algunos viajes y por fin conseguí realizar mi sueño: fin de año en Nueva York!!! Hay que reconocer que sin haber sido una de esas personas que enloquecen ante la llegada de la Navidad, ver una ciudad como Nueva York engalanada para la ocasión derribó todas mis barreras y hasta las presencia del mismo Santa Claus arrebolaba mis mejillas. Me enamoré aún más de la ciudad, a la que ya conocía y amaba, viendo esos edificios inmensos rodeados de lazos imposibles, paseando por galerías comerciales elegantemente adornadas, y disfrutando de todos y cada uno de los detalles que hacen que Nueva York en Navidad sea uno de esos viajes que uno debería hacer al menos una vez en la vida. Eso si pasé frio, muchísimo frio, pasé más frio que en toda mi vida, pero valió la pena a pesar de la casi pulmonía que ya hizo mella en mí en el vuelo de regreso y que me mantuvo a 40 grados de fiebre unos cuantos días. Puse tanto empeño en recrear a la protagonista de “Love Story” que casi acabo igual que ella (nada de spoilers).

Como había poco tiempo a disposición el viaje navideño fue planteado para un disfrute al estilo “Sex and the city”, o sea muchas tiendas, mucho shopping, mucho chocolate caliente en deliciosos bares de hotel, mucho “White Christmas” sonando por doquier y evidentemente patinaje sobre hielo.

Para subir un poco la media cultural del viaje incluí una visita al majestuoso y siempre espectacular Museo de Historia Natural, uno de los museos que más me han impresionado a lo largo de los años y que me ha gustado volver a visitar cada vez que he regresado a la gran manzana.

albero4Tengo que decir que el frio condicionaba bastante la estancia porque la temperatura llegó a bajar a los 15 grados bajo cero. Nunca olvidaré esa hora y media de espera en la orilla del rio Hudson esperando que el responsable del crucero que nos iba a llevar de recorrido por el rio durante la noche de fin de año encontrara nuestra reserva que se había traspapelado. De nada sirvieron nuestras suplicas para que nos dejaran acceder al barco mientras resolvían la cuestión burocrática.

Nunca me arrepentí tanto de haber elegido un vaporoso vestido con su correspondiente escote pensando que el anorak sería barrera suficiente para sobrevivir al gélido frio neoyorquino. Tras llegar al hotel, – después de una accidentada noche en la que fui confundida con una guía de viajes y acabe copresentando el show de fin de año del crucero – entré en una reparadora bañera de agua caliente de la que solo salí para ir al aeropuerto.

(La rápida explicación del porqué acabe subida al escenario es que para compensarnos a mis amigos y a mí por la indecente espera, el capitán del barco nos asignó una de las mejores mesas disponibles reservadas para los guías-presentadores. Cuando un atractivo y rubio americano que parecía salido de un anuncio de Marlboro me vino a buscar para presentar con él pues no supe negarme. Una vez aclarado el equívoco yo ya había copresentado toda la gala!)

Afortunadamente el mismo día por la mañana había cumplido mi sueño de deslizarme patinando por la pista helada de Central Park. Fue todo tal y como lo había imaginado, (si bien con algo más de frio lo confieso), la belleza del lugar, los villancicos y la euforia hicieron que una gran felicidad lo invadiera todo.

Estuve un buen rato disfrutando del momento y sabiendo que hay que perseguir los sueños por pequeños que sean y por años que tardemos. En definitiva cada sueño alcanzado es una conquista personal que nunca nadie nos podrá arrebatar.

Nueva York, un sueño hecho realidad

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