Amigos para siempre

por Olivia Oporto

El editorial del último número de Magellan hace referencia a las amistades que surgen de los viajes y a la importancia que estas relaciones pueden tener en nuestra vida. Mientras lo iba leyendo recordaba a todos y cada uno de los amigos que la vida me ha regalado en los viajes, y me iba dando cuenta de lo diferente que hubiera sido mi vida sin la presencia de muchos de ellos.

He conocido muchas, muchísimas personas durante mis viajes por el mundo, y si bien es verdad que en algunos casos han sido relaciones breves que han durado lo mismo que el viaje, también es verdad que algunas de ellas se han mantenido en el tiempo con una intensidad tal que a pesar de haberlas conocido muy lejos de casa se han convertido en familia para siempre.

El primer nombre que me viene a la mente es sin lugar a dudas Paolo, Pablito, el amigo del corazón, el hermano, al que conocí hace ya muchos años en las Eolidas en un calurosísimo dia de agosto que nunca he olvidado. En un post anterior ya explicaba que mi amor por la película de “El Cartero y Pablo Neruda” me llevó a conocer el archipiélago de las Eolidas, un paraíso al que deseo volver una y mil veces.

Con Paolo me sucedió una cosa muy curiosa ya que su alegre y luminosa presencia me llamó la atención durante una excursión que habíamos compartido y que nos llevaba de recorrido por alguna de las islas. Formaba parte de un grupo de gente joven que reía, cantaba, hablaban mucho de teatro (luego supe que la mayoría de ellos eran actores amateurs), y me gustó mucho la energía que desprendían. El día finalizo y ellos se fueron por un camino y yo por otro, y en cierta manera sentía una cierta desazón porque había sentido una especie de “flechazo” como los que surgen en amor y que se repiten con frecuencia en la amistad.

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La vida, que es muy sabia, me dio una segunda oportunidad y al día siguiente coincidí en otra ruta por las islas con el mismo grupo de jóvenes que tanto me había llamado la atención el día anterior. Ese día me acerque directamente a ellos, entablamos conversación y disfrutamos de una inolvidable jornada en el mar más maravilloso que yo he visto nunca, riendo, cantando, bailando, nadando, y viviendo el momento, sin pensar en nada más que no fuera el sol y el mar, en ese estado de abandono e indolencia que a veces nos regala la vida y que en italiano tiene un nombre tan poético como el de “spensieratezza”, palabra que amo profundamente.

Al día siguiente todos nosotros dejábamos las Eolidas y nos separamos, yo con destino a Barcelona y el grupo de jóvenes actores de regreso a Roma. Desde la vuelta a nuestras respectivas ciudades Paolo y yo seguimos manteniendo un contacto constante a pesar de la distancia y muchos, muchos años después sigue siendo una presencia en mi vida en la que se que permanecerá para siempre. Nunca hubiera imaginado que iba a encontrar el amigo de mi vida, mi verdadera alma gemela, a más de 2000 km de casa, y que a pesar de haber vivido la mayor parte del tiempo muy lejos el uno del otro hemos conseguido construir una solida relación de amistad que es un gran un motivo de felicidad para los dos.

En el transcurso de los años nos hemos ido haciendo mayores, nuestras vidas han cambiado, hemos reído juntos, hemos llorado, y hemos seguido bailando y cantando como en aquel lejano día de agosto cuando bajo el intenso sol siciliano un fantástico destino hizo que se cruzaran nuestros caminos.

Estoy completamente de acuerdo con el editorial de la revista, en que una de las mejores cosas de viajar es poder entrar en el corazón de otras personas, conocer los lugares a través de los ojos de sus habitantes. y aprender que hay otros mundos, otras perspectivas, otras maneras de ver el mundo que en ocasiones son diametralmente opuestas a las que nosotros creíamos eran las únicas.

Con cada viaje que he hecho, con cada nuevo amigo, he agradecido cada vez más a mi padre que me empujara a viajar, viajar y viajar, porque si alguna certeza tengo en la vida es que yo no sería la persona la persona que soy de no haber sido por ese genial periodista entusiasta y amante de la vida hasta al final, que me enseño que viajar haría de mi una persona libre.

Después y antes de Paolo han habido también muchos amigos a los que sería injusto olvidar: en Milwaukee, en Nueva York, en Vancouver, en Ivrea, en Estocolmo, en Madrid, en Berlin, en Palermo, en Roma, en Gubbio, en Cerdeña….personas que han seguido viajando conmigo en muchos momentos de mi vida y a los que además gracias a las nuevas tecnologías es fácil sentir junto a mi más allá de los kilómetros que nos separan.

Sin ningún género de dudas mi vida hubiera sido y sería mucho más aburrida sin todos ellos…

1 comentarios

Alejandra 20/03/2016 - 17:20

Espectactular artículo Olivia, sabias palabras y gramdes verdades. Como siempre, vale la pena, y mucho, viajar por tus recuerdos, muchas gracias por compartirlos.

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