Un viaje de cine

por Olivia Oporto

“La Poesía no es de quien la escribe, es de quien la necesita”. (“La poesia non è di chi la scrive, è di chi gli serve!” ) Mario Ruoppolo a Pablo Neruda

Todos nosotros tenemos una selección de películas de nuestra vida, películas que nos han marcado, nos han hecho reír, nos han hecho pensar, nos han hecho llorar o nos han hecho viajar. Yo encontré todas esas sensaciones en una misma película “Il Postino”, o como aquí la titularon en la versión española “El Cartero y Pablo Neruda“.

Esta maravillosa historia basada en una novela del escritor chileno Antonio Skarmeta narra la relación entre un cartero de un pequeño pueblo del sur de Italia y el poeta Pablo Neruda, durante el exilio del poeta lejos de su tierra. Lo que en la novela transcurre en la Isla Negra en Chile, la película lo traslada a una pequeña isla en Italia.

La película me hizo reir, sonreir, llorar, emocionarme y me “obligó” a viajar a los lugares increíbles en los que transcurre la historia. Una historia de AMISTAD en mayúsculas. Si no la habéis visto os recomiendo que la busquéis y que la veáis, sin ningún género de dudas en su versión italiana, ya que el doblaje al castellano desmerecía y mucho la gran actuación de Massimo Troisi, el actor que encarnaba al cartero Mario Ruoppolo.

Troisi, un soñador, un idealista, un enamorado de su profesión que no quiso renunciar a llevar a cabo un proyecto al que estaba totalmente entregado, a pesar de saber positivamente que se trataba de un esfuerzo que podía afectar de manera importante su ya delicado estado de salud, debido a una lesión de corazón que padecía desde hacía años. De hecho el actor napolitano fallecía un par de días después del final del rodaje, y dejaba para la posteridad una de las más bellas historias de amistad que he recomendado incansablemente a todos los amigos que la vida me ha regalado.

Recuerdo perfectamente salir del cine pensando ya en como descubrir los lugares en los cuales transcurría la película. Quería pasear por las mismas playas en las que Neruda y Ruoppolo debatían sobre la poesía, la vida, la amistad y el amor. Quería saber por mi misma si realmente existía un lugar en el que todo lo que ven los ojos es un mar infinito protegido por unas rocas altísimas que lo esconden y protegen de la mano del hombre.

Ví la película a principios del invierno y ya empecé a preparar mi verano sabiendo que mi destino iba a ser Sicilia, le isole Eolie, un archipiélago del que confieso no sabía nada hasta la fecha y fue un descubrimiento que me regaló lugares de una belleza inigualable a los que espero volver algún día. Llegue a Liparí tras una accidentada travesía desde Nápoles que se hizo eterna a causa de un mar embravecido más propio de un mes de Enero que del cálido mes de Agosto.

En cualquier caso el estado de ánimo tras el horrible viaje, cambió en segundos cuando a las once de la noche y tras haber comunicado al hotel que la llegada se retrasaba ostensiblemente nos encontramos con una bienvenida “a la siciliana” que supuso encontrar una mesa preparada en el restaurante completamente vacío con un buen plato de pasta y un vino de la zona para recuperarnos del susto. Desde ese preciso instante me di cuenta de que me iba a llevar bien con Sicilia, una tierra que me ha regalado grandes momentos y amigos únicos, de los que llevaré en el corazón para siempre.

Il Postino 01

Durante mi estancia en las Eolidas disfrute de la pintoresca Lipari, de la super “chic” Panarea, de la espectacular Vulcano, de la romántica Stromboli (escenario de la historia de amor entre Rossellini e Ingrid Bergman), y por falta de tiempo no pude ir a las diminutas Alicudi y Filicudi pero a las que se que antes o después viajaré.

Nunca olvidaré el baño nocturno frente a la isla de Vulcano viendo la majestuosa e imponente imagen del volcán en una escena imposible de olvidar. Sensaciones como esas son las que hacen que uno recuerde porque una vida viajada es una vida mucho más vivida. Esos recuerdos, esos momentos, esas vivencias me acompañarán durante todo el camino, y sé que en ocasiones poder revivirlas será un verdadero antídoto cuando el trayecto vaya en subida.

Volviendo a Mario Ruoppolo, el cartero de mi historia, dejé para el final de la estancia la maravillosa isla de Salina. La pequeña y maravillosa isla en la que transcurre gran parte de la película. Salina es todo mar, casas blancas y flores de colores. Salina es paz, es un lugar en el que uno podría retirarse lejos de todo y dedicarse únicamente a contemplar el paisaje, con la certeza de que no se cansaría.

Después de un paseo por el pueblo localicé en la parte alta del mismo la parada del autobús que conduce hasta la localidad de Malfa donde se encuentra la playa de Pollara, mi escenario soñado.

A medida que me iba acercando al destino principal de mi viaje me sentía terriblemente emocionada ante la perspectiva de disfrutar por fin en primera persona de unos paisajes que solo esperaba que no me decepcionaran. Tuve la gran fortuna de que el conductor del autobús estaba igual de enamorado que yo de la película y me pidió que por favor mientras bajábamos hacia Malfa le tradujera la letra del tango que forma parte de la banda sonora del film.

Una banda sonora que es un verdadero regalo para los sentidos y que tuve la gran suerte de que me acompañara en aquel caluroso día de verano en el que la presencia de Mario Ruppolo y Neruda se hacía cada vez más latente.

Tras bajar del autobús y siguiendo las indicaciones del chofer fue muy fácil llegar a la playa de Pollara, si bien a mitad de camino no pude evitar pararme, y haciendo caso omiso de los carteles que lo prohibían, no dude en adentrarme en la casa que en la película era la vivienda de Neruda.

El silencio, la casa conservada idéntica a como aparecía en el film, y aquel banco de piedra en el que Neruda acusa al cartero de haberle “robado” una poesía para dedicarla a su amada. Ante el temor de que apareciera el dueño, al que podía imaginar cansado de la invasión de su espacio, seguí camino hasta la playa de Pollara.

Una bajada infinita y bastante complicada y allí estaba la maravillosa playa, un lugar en el que parecía que el mundo se hubiera parado. Un mar de una belleza que era imposible dejar de admirar y el fin de un viaje al que me habían empujado un cartero y un poeta.

Hace algunos años leí en la prensa italiana que a causa de la erosión causada por la naturaleza y por la irresponsabilidad de muchos turistas (me niego a llamarlos viajeros) que quieren llevarse piedras y arena del lugar el lugar, la playa de Pollara presenta un aspecto muy diferente al que años atrás fue escenario de la película. Es una verdadera pena que el mundo vaya perdiendo lugares irrepetibles por este sinsentido de ir robando trozos de lo que sea, en una especie de egoísmo global que me causa profunda tristeza.

Conversando con el chofer del autobús descubrí que una parte importante de la película se desarrollaba también en la pequeña isla de Procida frente a la costa de Nápoles. Sinceramente aquello no entraba en mis planes de viaje pero estaba segura de que podría hacerlo encajar…había que regresar de nuevo a la capital de la Campania, así que se trataría solo de una “pequeña” desviación sobre la ruta prevista.

No pensaba abandonar Italia sin descubrir Procida, y valió la pena cambiar los planes…pero eso ya os lo explicaré otro día. Ahora os recomiendo recuperar la película y dejaros acariciar por su banda sonora.

Hasta pronto!

Olivia

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2 comentarios

Lola Gonzalez 19/11/2015 - 22:44

Emocionada despues de leer el artículo. Gracias.

Respuesta
Alejandra 21/11/2015 - 19:08

Gran, magnífico artículo que me ha hecho revivir una película memorable. Tras leerlo no dejo de soñar con un viaje a Sicilia y poder recorrer esos lugares que tan mágicamente describe.

Respuesta

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