Viaje con nosotros si quiere gozar…

por Olivia Oporto

Leo, no sin ciertas dosis de preocupación, que una empresa japonesa ha relanzado su propuesta de viajes virtuales para que durante la crisis del coronavirus sus clientes puedan seguir “viajando” por el mundo.

Entiendo que las miles de restricciones a las que nos ha obligado la pandemia ha hecho de este 2020 el año menos viajero que recordamos, comprendo como nadie lo que significa renunciar a tus ansias viajeras, y estoy abierta a todas aquellas propuestas que de una manera u otra nos ayuden a viajar con la imaginación.

Yo misma desde las páginas de Magellan he redescubierto verdaderas joyas museísticas del mundo durante el confinamiento, y he disfrutado como una niña perdiéndome virtualmente por los pasillos del Museo de Historia Natural de Nueva York. Un magnífico recorrido que simula a la perfección el museo más impresionante, bello y espectacular que he tenido ocasión de conocer en mi vida.

Dicho esto, tengo también que decir que cuando leo que cierto empresario japonés se ha declarado encantado de “pasear” virtualmente por las calles de Roma y le ha parecido que estaba de verdad en Italia, me he sentido aterrorizada ante la posibilidad que esta práctica quede tan integrada en la próxima normalidad que la consideremos como una opción más para recorrer mundo.

En mi opinión, una cosa es que tiremos de los viajes virtuales mientras no conseguimos volver a viajar con todas las garantías, pero de ahí a que digamos: “ha sido como estar de verdad en Roma”, creo que la diferencia es abismal. Por muchas gafas de realidad virtual que nos pongamos, por mucho simulador que nos mueva el asiento como si estuviéramos pisando una calzada llena de “sanpietrini”, nunca, nunca, nunca una pantalla nos va a hacer sentir de verdad lo que significa estar en Roma.

En ningún otro lugar del mundo vamos a poder sentir el olor de las pizzas de “Il Forno” en Campo dei Fiori mientras esperamos turno y sentimos el aroma único de su masa en el horno. En ninguna otra callejuela sentiremos el olor a café de “La Tazza d’Oro” y veremos como su nata se hunde en el mejor granizado de café que se pueda imaginar. No gozaremos de la majestuosidad de la Piazza Navona desde cualquiera de sus ángulos, no contemplaremos el caos absoluto de tráfico de Piazza Venezia, que forma parte de la identidad romana, y no podremos sentir nuestros pies en el centro de la Piazza del Campidoglio y gozar en directo de su belleza superlativa.

Es evidente que ninguna realidad virtual nos subirá el corazón a la garganta mientras atravesamos el increíble puente colgante de Capilano, pensando que no conseguiremos llegar jamás al otro extremo, o conseguirá que la belleza impactante de los majestuosos acantilados de Irlanda nos llene de la misma manera. No hay pantalla que pueda recrear la brisa de otoño de un paseo por el parque del Retiro, o del olor veraniego de los espetos en la Malagueta.

Por último, y por muy conseguido que esté el menú virtual que sirven en los perfectos simuladores, nada podrá sustituir el olor y el sabor de las buenas cocinas que descubrimos en cada rincón del mundo, y cuyos aromas tan variopintos como deliciosos formarán parte para siempre de nuestras memorias viajeras.

Es muy loable buscar alternativas a nuestras ansias de volver a recorrer mundo mientras llega el momento de volver a hacer las maletas, pero no nos engañemos, hay emociones y sensaciones que nunca, nunca, nunca nos van a llegar a través de una pantalla.

1 comentarios

Sandra 19/08/2020 - 08:37

Gran artículo, no podría estar más de acuerdo!!

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