Ferrol, la ciudad portuaria que abrazó el modernismo

por Laura Del Rey Rincon

Viajar nos permite abrir un abanico casi infinito de posibilidades y cuando vuelves a casa te das cuenta de que hay destinos de los que esperas mucho y nunca decepcionan pero hay otros que sí lo hacen; existen destinos a los que vas por obligación y luego te sorprenden o no… pero mi opción favorita es la de esas ciudades de las que no esperas absolutamente nada y sin embargo te encantan.

Este verano he descubierto que la ciudad de Ferrol para mí está en este último grupo, no se habla demasiado de ella, ni siquiera cuando se habla de Galicia, así que esto hace que aún te sorprenda más.

Visité Ferrol a principios de julio de casualidad, está muy cerca de Mugardos, uno de los pueblos más bonitos de La Coruña que ya habíamos acabado de visitar y como nos sobraba tiempo decidimos acercarnos. Ferrol está en el imaginario colectivo como una ciudad portuaria y gris, así que yo esperaba eso también, pero cuando llegas ese tópico desaparece porque te das de bruces con una ciudad blanca, limpia y preciosa y te preguntas ¿Por qué nadie me había contado esto?

Ferrol es una ciudad donde el modernismo está muy presente. Cuando Eduardo Mendoza escribió La Ciudad de los Prodigios permitió al lector pasear por la Barcelona modernista, ese paseo bien podría haber sido por Ferrol. Todo el casco histórico está abarrotado de edificios coloridos con diseños alegres.

Mercado municipal

Las calles están llenas de bonitos balcones cerrados de madera blanca, son los mismos balcones que están en la Avenida de la Marina, en La Coruña, pero lo que poca gente sabe es que estas galerías que permiten pasar la luz pero evitan que entre la lluvia, llegaron primero a Ferrol para acristalar las popas de los galeones y fue luego cuando se usaron para aislar y proteger las viviendas de distintas ciudades gallegas.

Las calles del centro histórico forman en el mapa una cuadrícula perfecta, de hecho ellos mismos lo llaman la tableta de chocolate, al ser tan lineal puedes estar al inicio de una calle y ver el final sin curvas ni obstáculos. Cuando hayas recorrido unas cuantas calles, la plaza de Amboage es un sitio perfecto en mitad del centro para picar algo y coger fuerzas y después es muy recomendable ir a la zona del Parador, está rodeado de edificios preciosos y las vistas son maravillosas.

Ferrol es, en definitiva, una de esas ciudades que no te esperas, perfecta para pasar el día y volver satisfecho de haber encontrado un pequeño tesoro del que además probablemente puedas disfrutar sin demasiados turistas.

Las grandes ciudades y los sitios más famosos no van a moverse de donde están, en estos tiempos donde el turismo masificado afortunadamente va pasando de moda, es un buen momento para explorar ciudades que quizás antes no te habías planteado. No somos conscientes de cuántas maravillas nos rodean, ¡bienvenido el turismo responsable!

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1 comentarios

Vicente Luis 27/08/2021 - 12:42

Si Ferrol es comparado con La Ciudad de los Prodigios de E. Mendoza no dudo que debr ser uno ee mis próximos destinos.

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