Las vacaciones, esa época del año maravillosa que se va acortando conforme vas entrando en la edad adulta y que solíamos asociar al verano, a las playas abarrotadas o a los pueblos del interior de España con el sol cayendo a plomo donde la vida estival no empezaba hasta las seis de la tarde.
Ahora las vacaciones son más cortas y las situaciones más variadas y aunque la temporada alta y más popular sigue siendo julio y agosto, cada vez somos más los que tenemos cierta flexibilidad para disfrutar de nuestras vacaciones y podemos viajar en fechas más atípicas.
Viajar fuera de temporada es un noble arte que llevo practicando varios años y que tiene muchas ventajas para los turistas empedernidos como yo.
El ahorro de dinero es la gran ventaja, pero no hay que cegarse con este punto. Ir al sudeste asiático en la peor temporada de monzones o a Egipto a cincuenta grados a la sombra no es necesario, en esta vida hay que poner límites. Pero los meses de mayo, octubre y noviembre son épocas para tener muy en cuenta, los precios son bastante mejores y las opciones son infinitas.
Viajar en épocas atípicas también nos permite a todos esos mortales con sueldos medios pero con un glamour escandaloso alojarnos en sitios que posiblemente en temporada alta no podríamos permitirnos. Poder reservar una suite en algún hotel boutique o un apartamento con comodidades extra hace muchísima ilusión sea febrero o pleno verano.
La temporada baja no es solo beneficiosa para tu bolsillo sino también para la economía local. Hay destinos que dependen mucho del turismo y donde hay mucha estacionalidad, así que viajando durante meses alejados del verano contribuyes a que tengan ingresos más estables. ¿Una idea? Baleares en primavera y otoño porque hay vida más allá de los baños en la playa… ¡y qué vida! Senderismo por la Serra de Tramuntana, pueblos preciosos como Binibeca, el castillo de Bellver, largos paseos por la playa y degustación de la gastronomia local, sobrasada, tumbet, ensaimada… una delicia.
La sostenibilidad es un punto muy importante en esta ecuación viajera. Un destino masificado es absolutamente insostenible pero afortunadamente esto está pasando de moda. La pandemia nos ha abierto un poco la mente en este aspecto y ahora ya no vemos con los mismos ojos los lugares plagados de gente. Es un verdadero placer llegar a una ciudad y no ver colas interminables para museos y monumentos o que el restaurante que te gusta tenga mesas libres. Y por qué no decirlo… poder hacer fotos donde se vean los paisajes sin cincuenta personas a tu alrededor es algo que también está muy bien.
Si piensas en viajar por España, hacerlo fuera de temporada es muy fácil porque nuestro país está lleno de naturaleza y ciudades con climas muy amables durante todo el año. A mi me encanta mi ciudad y sus maravillosas Fallas pero viajar a mediados de marzo cuando nadie más tiene días festivos me ha permitido conocer un montón de sitios a precios muy razonables.
Viajar es siempre una buena idea y en estos tiempos de cambio donde el planeta no para de darnos llamadas de atención, hacerlo fuera de temporada puede convertirse en una experiencia muy enriquecedora. Pruébalo, el mundo es precioso los doce meses del año.