Viajar antes de Viajar

La Rioja Alta

JOSEP PRATS

Nuestra ruta por la Rioja Alta se desliza por paisajes llenos de contrastes: Viñedos que parecen olas de un apacible mar verdoso, que se tornan rojizas y amarillentas en otoño; pueblos colmados de tradiciones; joyas románicas; ermitas y monasterios que albergan historias del Medioevo; iglesias y catedrales con gran valor cultural y artístico; sierras de una enorme belleza natural y bodegas que son auténticos museos.  Es una ruta para los amantes del vino, la gastronomía, la historia, el patrimonio artístico y la naturaleza.

“Viñedos que parecen olas de un apacible mar verdoso; pueblos colmados de tradiciones; joyas románicas; ermitas y monasterios que albergan historias del Medioevo; iglesias y catedrales con gran valor cultural y artístico”

Una ruta que se tiene que saborear, recorrerla sin prisas, penetrando en el alma de los lugares, en su historia, en sus tradiciones. En nuestro recorrido sentiremos el magnetismo de una tierra donde el vino no es una bebida sino una maravillosa expresión de su cultura. Nuestra propuesta arranca en Logroño, cuyo casco antiguo sintetiza todos los valores que vamos a disfrutar en nuestro recorrido. Y empezaremos a penetrar  en sus costumbres saboreando platos típicos o tapas regados con los genuinos caldos de la tierra.

Todo viaje tiene un motivo,

un por qué escogemos un lugar.

En mi caso los sintetizo en tres

Mis porqués

Porque durante más de mil años

La Rioja fue tierra de fronteras entre musulmanes y cristianos, entre los reinos de Castilla, Navarra y Aragón. Y además, paso obligado del Camino de Santiago. Todo esto cuajó es un extraordinario patrimonio monumental y cultural que hay que disfrutar.

Porque, abrazando a todo este valor monumental

los viñedos pintan, en preciosos contrastes de colores, el mejor cuadro de La Rioja. Estos viñedos son auténtico oro que la tierra regala para que en sus bodegas lo conviertan en los maravillosos vinos con Denominación de Origen de fama mundial.

Porque La Rioja, conocida también como la tierra de los ‘7 valles’

por los ríos que surcan preciosas y agrestes hendiduras en su camino hacia el Ebro, ofrece fantásticos parajes, pintados de verde y refrescados con el rumor de sus aguas, que invitan al senderismo y a disfrutar de su otro patrimonio, el natural.

El Puente de Piedra

Podemos iniciar esta ruta por La Rioja dedicándole un día a Logroño. Lo tiene todo a la distancia de un paseo. El Camino de Santiago cruza su corazón y a lo largo de la historia ha ido dejando un interesante conjunto monumental y dando relevancia cultural a sus empedradas calles. Los peregrinos entraban por el Puente de Piedra. Es un icono de la ciudad y forma parte de la heráldica del escudo de la capital. Un buen lugar para empezar el recorrido. Originalmente tenía 12 arcos y tres torres, pero a lo largo del tiempo ha sufrido modificaciones para reparar las cicatrices que dejaron las guerras carlistas o las riadas de 1880.

Seguimos por la Ruavieja, una calle ligada al vino. Bajo sus portales se esconden los ‘calados’, bodegas excavadas donde se mantiene la temperatura ideal para la crianza de vinos. Podemos visitar el Calado de San Gregorio de 30 metros de longitud y bóveda de cañón. Una curiosidad. En 1583 una ordenanza municipal prohibió el paso de carruajes herrados para que no perturbaran el ‘descanso’ de los caldos que iban madurando bajo los adoquines.

Las ‘conchas’ del Camino nos llevarán a la Iglesia de Santiago el Real. Parada obligada. La fachada del siglo XVII se concibió a modo de un arco de triunfo y está decorada con dos esculturas del apóstol Santiago: En una, con hábito de peregrino, y en la otra, como guerrero a caballo. Su altísima torre es un excelente mirador de la ciudad. Junto a la iglesia se abre la llamada Plaza de la Oca (su nombre oficial es plaza de Santiago) porque en su pavimento se dibuja un juego de la oca gigante, en el que están pintadas las paradas del Camino francés. Es decir, podemos hacer de peregrino de ‘oca en oca’. Junto a esta plaza encontraremos la famosa Fuente del Peregrino.

Más adelante topamos con las Murallas del Revellín, los restos de las fortificaciones que tuvo la ciudad de las que se conserva una puerta de acceso y el llamado Cubo del Revellín, vestigio de un torreón defensivo cuyo subterráneo se usaba de polvorín. El lugar nos ‘regresa’ a 1521 cuando Logroño resistió durante tres semanas el asedio de las tropas francesas. Muy cerca encontraremos el Parlamento de La Rioja. Ocupa el lugar del antiguo Convento de la Merced. Conserva una portada de acceso barroca del siglo XVII a modo de retablo de piedra. El antiguo claustro del convento, de forma trapezoidal, rodeado de columnas que soportan arcos de medio punto, es ahora un espacio cerrado con cubierta acristalada que acoge el Salón de Plenos. Es interesante realizar una visita guiada.

Santa Maria La Redonda / Turismo La Rioja

Continuaremos por la calle Portales, la arteria principal del casco antiguo, siempre concurrida. Vale la pena pasear con calma. Aún se respira el aire de las ciudades de provincias de antaño, con sus gentes resguardándose de la lluvia y el viento bajo sus soportables. Pasaremos por la plaza San Agustín, con el Palacio donde vivió el general Espartero, hoy convertido en Museo de La Rioja. También merece una visita. En el número 26 de esta calle, la confitería la Mariposa de Oro, de más de un siglo de antigüedad, nos ofrece sus delicias como las milhojas o canutillos.

Si nos desviamos por la calle Sagasta llegaremos al Mercado de San Blas, un lugar ideal para penetrar en la vida de la ciudad. Aúna belleza arquitectónica con la oferta de los sabrosos productos de la tierra. Vale la pena pasear con calma entre sus puestos de verduras, frutas o alimentos frescos y sumergirse en un entorno de colores, olores  y bullicio.

En el número 7 de la calle Francisco Martínez Zaporta (confluye con la calle Portales) encontramos otro lugar que no nos podemos perder: el Café Moderno. Un lugar emblemático, de más de cien años de historia. Los bocadillos de calamares son su estandarte. Acoge a gente de arte, de letras, a tertulianos… pero también a gente de paso. Es un lugar tan innovador que hasta tiene su propio himno: ‘Fibra de Pájaro’, que convierte las noches de viernes y sábado en un reclamo para todas las edades.

Siguiendo por la calle Portales se nos abre las Plaza del Mercado que preside la Concatedral de Santa María la Redonda. Como el lugar invita al ’terraceo’ vale la pena sentarse y observar la fantástica fachada barroca, construida a modo retablo con figuras de alabastro, flanqueada por dos torres, coloquialmente llamadas gemelas… aunque una es más alta que la otra. Vale la pena dedicar un tiempo para visitar su espléndido  interior. No pasemos por alto un lienzo de la Crucifixión, detrás del altar, que se atribuye a Miguel Angel. ¡Ah!, se llama ‘Redonda’ porque se construyó sobre los restos de una iglesia románica que tenía esta forma.

 Muy cerca, en una plazoleta, encontramos la Iglesia de San Bartolomé, la más antigua de la ciudad (construida entre los siglos XII-XIV). Hay que detenerse para observar su magnífica portada con escenas esculpidas de la vida del santo. En pocos minutos llegamos a otro de los emblemas de Logroño: La Iglesia Imperial Santa María de Palacio, cuyos vestigios más antiguos son del siglo XIII. La aguja que corona su torre octogonal caracteriza el skyline de la ciudad.

Entre el casco histórico y el centro de la ciudad no podemos dejar de visitar la Plaza del Espolón. Un lugar arbolado, centro financiero de la ciudad, donde se encuentra la famosa estatua del General Espartero. Si andamos por el paseo llegaremos a La Concha, un auditorio que tiene esta forma (un guiño al Camino de Santiago) donde, en la segunda quincena de septiembre, se celebra la Fiesta de la Vendimia, en la que se hace ofrenda del primer mosto a la Virgen de Valvanera, patrona de La Rioja.

No podemos olvidarnos de pasear por el Parque del Ebro o caminar por el Paseo de la Ribera, para salir del bullicio de la ciudad. A unos diez minutos cruzando el Puente de Hierro (un bonito contraste estético con el Puente de Piedra) llegaremos a las Bodegas Franco Españolas, con más 25 años de historia. Aconsejamos una visita organizada para degustar los mejores caldos que se ofrecen en las catas. Para terminar el día, entre los dos puentes, junto a la orilla del río,  encontraremos la Casa de Las Ciencias, que ofrece siempre exposiciones y actividades para toda la familia. Desde aquí, tendremos una magnífica perspectiva del casco antiguo con las siluetas de las torres de las iglesias.

Por la noche espera la calle Laurel, el centro neurálgico de la gastronomía de Logroño. Allí se concentran bares y restaurantes donde se ofrecen gran variedad de pinchos, tapas y platos, todos regados por los mejores vinos. La mejor recomendación para el visitante es ir de bar en bar probando sus exquisiteces. Pero cuidado, a esta calle también la llaman la ‘Senda de los Elefantes’ porque puedes ‘salir trompa’. El origen del nombre de este lugar es muy mundano. Cuando la ciudad estaba amurallada, era un rincón alejado de la zona de las iglesias con poca luz. Abundaban allí negocios de poca reputación. Cuando las señoritas de compañía estaban libres, colocaban un laurel en el balcón de la casa. ‘Emprendedores’ de la época pensaron que una buena idea sería ofrecer algo de picar y beber para amenizar la espera de los clientes. Así nació la calle Laurel.

Briones

La ruta que nos espera se desliza entre castillos, viñas, monasterios hasta alcanzar sierras de gran valor natural. A 35 kilómetros de Logroño nos espera Briones. Pero antes nos desviaremos para visitar Navarrete, un pueblo que dibuja su silueta sobre un cerro que domina un fértil valle, perfecto para las huertas y el cultivo de la vid. Sus calles son una mezcla de circulares, con centro en lo alto de la montaña, y en pendiente de subida y bajada.

Vale la pena pasear por los callejones y plazas de su centro histórico, visitar la Iglesia de Santa María de la Asunción y las ermitas que acompañan al Camino de Santiago a su paso por esta localidad. Navarrete, sin embargo, es famoso por su alfarería. Sus suelos arcillosos han propiciado su gran tradición del trabajo con el barro.  Varias alfarerías artesanales siguen en activo, como la de Antonio Naharro Flores, y ofrecen interesantes visitas.

En menos de media hora estaremos en Briones. También emerge sobre un cerro y recorta el cielo con su silueta. La mejor forma de conocer esta villa, declarada Conjunto Histórico-Artístico, es perderse por sus callejuelas medievales. La majestuosa Iglesia de la Asunción emerge en una plaza cuajada de casonas con blasones. En la parte alta quedan ruinas del antiguo castillo. Desde allí la panorámica de un mar de viñedos, que se tiñen de rojos y amarillos en otoño, es fantástica. La cultura del vino forma parte de Briones.

Las Bodegas de Vivanco y su museo son una visita obligada. 9.000 metros cuadrados con exposiciones, salas de degustación y un restaurante. Podremos admirar en una visita guiada tesoros artísticos como jarras de vino diseñadas por Picasso, obras de Sorolla y Chillida, piezas arqueológicas como un vaso de Ramsés II, mosaicos romanos y bizantinos u objetos de la cultura mesopotámica y persa con alusiones al vino. En sus jardines se exhiben 220 variedades de cepas.

A 10 kilómetros está la señorial Haro, mezcla perfecta entre paisaje, cultura y gastronomía. Es el municipio más importante de la Rioja Alta. Su principal actividad es la viticultura  y la elaboración de vinos con Denominación de Origen. Pero Haro es más que enoturismo. Su casco antiguo fue declarado Bien de Interés Cultural. Hay que recorrerlo con calma. El paseo se va a centrar en su casco histórico y sus alrededores. La Plaza de la Paz es el punto neurálgico. Llama la atención el quiosco situado en su centro y el edificio del Ayuntamiento con sus soportales de cuatro arcos. Un gran grafiti decora la fachada de un edificio de la plaza que representa el arraigo vinícola de este lugar. En el Palacio plateresco de Bendaña se ubica la Oficina de Turismo. En una plaza cercana nos llamará la atención la bonita portada de estilo gótico-florido de la Iglesia de Santo Tomás. Junto a los Jardines de la Vega encontraremos la  iglesia más importante de Haro, la Basílica de Nuestra Señora de la Vega. De estilo gótico, guarda en su interior la imagen de la patrona de la localidad.

Lo que más llamará la atención en nuestro paseo serán los palacios blasonados como el de los Condes de Haro o el Palacio de las Bezaras, también conocido como el ‘palacio de las cigüeñas’ por el gran nido que hay encima de una de sus chimeneas. Y un buen lugar para descansar es el edificio del Convento de San Agustín, que después de haber tenido diferentes usos a lo largo de su historia como cárcel, escuela u hospital, se ha convertido ahora en un céntrico hotel.

Sajazarra

La cita ineludible cuando se visita Haro es el Barrio de la Estación, con la mayor concentración de bodegas de vino que se puede encontrar en el mundo. En el número 3 de la Avenida Vizcaya encontramos la icónica bodega López Heredia Viña Tondonia. Su torre-mirador -al que llaman Txori Toki, nombre en euskera que significa ‘casita de pájaros’- emerge con  fuerza y muestra desde las alturas en grandes letras el nombre de la bodega. Esta es la imagen que figura en el etiquetado de sus prestigiosos vinos. Desde arriba se divisan los viñedos que tiene la marca en el meandro (río Ebro) de Tondonia.

El edificio es una fusión entre la tradición y el diseño contemporáneo: Zaha Hadid, arquitecta de origen iraquí, diseñó un moderno espacio, en forma de decantador, para la cata y venta de vinos. Es otra de las imágenes emblemáticas de Haro. La visita a la bodega dura dos horas, pero hay que reservar con antelación. También podemos recorrer la viña Tondonia, bordeando el meandro, con un fin de visita regado con uno de sus vinos. También hay que reservar.

A 17 kilómetros de Haro encontramos un tesoro escondido, el precioso pueblo de San Vicente de la Sonsierra que, enclavado en el margen izquierdo del rio Ebro,  se encarama hacia un cerro. En lo más alto, los restos de un castillo-fortaleza del siglo IX. Encontraremos la Torre del Reloj del siglo XVII (tenía instalado un enorme reloj y una campana para dar las horas y comunicar posibles peligros) y la Torre Mayor que servía de vigía y ahora es el mejor mirador. Hay que andar sus apacibles calles repletas de casas blasonadas y palacetes. En el centro de la Plaza Mayor, una preciosa fuente de la que salen unos cisnes que parecen vigilar el Ayuntamiento, con soportales de piedra, que preside el lugar.

La Iglesia Santa María la Mayor, de estilo gótico tardío, impresiona. Levantada sobre las ruinas de la muralla, forma parte de la silueta del pueblo cuando lo observamos desde los viñedos que la envuelven. Es de una sola nave que corona un extraordinario retablo. Desde el Mirador del Ebro tendremos una panorámica privilegiada del paisaje riojano con el Puente Medieval, que da acceso a la villa, a sus pies. No nos podemos perder los tres preciosos murales y la Basílica de Nuestra Señora de los Remedios, barroca del siglo XVIII. A unos cuatro kilómetros (dirección Logroño, el desvío muy bien señalizado) encontraremos una joya románica: La Ermita de Santa María de la Piscina. Su belleza se realza al estar situada en una pequeña colina rodeada de viñedos. Está muy bien conservada. Vale la pena visitarla.

En menos de media hora llegamos a Sajazarra, otra joya que no nos podemos perder. Con poco más de 120 habitantes forma parte de la Asociación los Pueblos más Bonitos de España. No se puede entrar en coche. Recorrer sus calles de aire medieval, flanqueadas por casas de piedra, algunas con blasones, todas decoradas con flores, es una gozada. No pasemos por alto la cabeza de dragón que asoma por la fachada del Ayuntamiento. Adosada a la muralla encontramos la Iglesia de Santa María de la Asunción. Y junto a ella el gran atractivo de la villa: el Castillo. Es el mejor conservado de La Rioja pero, al ser propiedad particular, no se puede visitar.

Monasterio de Yuso

Los peregrinos que pasan junto al río Oja (de ahí el nombre de la región) tienen desde hace siglos la torre de la catedral de Santo Domingo de la Calzada como guía. Desde Sajazarra llegamos a esta localidad en veinte minutos. El Camino le ha dado vida. La ruta jacobea la convirtió en un núcleo artístico, religioso y económico desde la Edad Media. Vale la pena dedicarle unas horas para recorrer su historia a través de su enorme patrimonio: El Hospital de Peregrinos, hoy Parador Nacional; la Abadía de Nuestra Señora de Anunciación, que tiene la peculiaridad que sólo acoge a monjas cistercienses; el Convento de San Francisco, ahora también Parador; la Plaza de España, noble y porticada, que siglos atrás sirvió de mercado y plaza de toros, presidida por el edificio del Ayuntamiento o los restos de las murallas medievales que llegaron a tener 28 torreones de 12 metros de altura.

Y sobre todo, la Catedral merece una visita sosegada. Las obras se iniciaron en 1158 sobre una primitiva ermita que construyó Santo Domingo. Combina elementos de origen románico, como la portada y el ábside, y otros de estilo barroco, como la esbelta torre exenta. Su interior es majestuoso: Podremos admirar su precioso retablo mayor de estilo plateresco, el sepulcro con la talla románica del santo; sus ornamentadas capillas, el coro… y ¡un gallinero! Sí, un gallinero. Los ‘quiquiriquis’ amenizan los oficios religiosos. Recuerda uno de los milagros del santo: Un joven peregrino es condenado a la horca por robo. Al día siguiente los padres van a ver el cuerpo de su hijo y, sorprendentemente, lo encuentran vivo. Cuando acuden a contárselo al Corregidor de la localidad, éste, sarcásticamente, responde que el muchacho está tan vivo como el gallo y gallina asados que tenía en el plato a punto de comérselos. Al instante recuperaron las plumas y la vida dando fe del milagro.

Seguiremos recorriendo esta tierra ilustre por su historia, sus bellos paisajes y la inconfundible aroma de sus vinos. En apenas tres kilómetros estaremos en San Millán de la Cogolla. Nos aguardan los Monasterios de Suso (‘de arriba’) y Yuso (‘de abajo’). Patrimonios de la Humanidad. Antes de llegar a la localidad hay un desvío que nos lleva al parking gratuito donde se adquieren las entradas.

Al Monasterio de Suso no se puede ir en coche particular. Hay que hacerlo en un autobús incluido en el precio del tiquet de la visita. Su fundación está vinculada a la vida de San Millán que se encerró en una cueva para alejarse del mundo. Hacia el  año 550 construyó con sus discípulos un pequeño cenobio que es la parte más antigua del monasterio. Siglos más tarde monjes mozárabes dejaron su huella como arcos de herradura que dan entrada a las capillas. La visita dura unos 40 minutos.

El Monasterio de Yuso es conocido también por el Escorial de La Rioja. Es de una gran riqueza artística. Hay que dedicarle tiempo para recorrer su claustro, la Iglesia Catedralicia, la magnífica Sacristía, la Sala de Exposición con el cofre con las reliquias de San Millán y el Salón de los Reyes que alberga una réplica del famoso Códice 60, donde aparecen las Glosas Emilianenses, primeras manifestaciones del castellano y euskera (el original se encuentra en la Real Academia de Historia de Madrid).

Santa Marla la Real Najera

Tardaremos poco más de media hora en llegar a Ezcaray, la primera villa turística de La Rioja, que pasa de 2.000 habitantes en temporada baja a 15.000 en verano. Su casco antiguo conserva la arquitectura tradicional, su entorno paisajístico es de ensueño y se come de maravilla. En esta localidad se organizan festivales de jazz, jornadas gastronómicas o micológicas, fiestas de tradición medieval… cada época del año tiene su evento. Vale la pena informarse. Su conjunto urbano con soportales, plazas porticadas y palacios muy bien conservado invitan a un plácido paseo. Y si somos amantes del esquí, a 14 kilómetros tenemos la estación de Valdezcaray.

Antes de regresar a Logroño pasaremos por Nájera, con su casco antiguo resguardado bajo los escarpados taludes de los cerros que rodean la ciudad dividida por el río Najerilla. Son 35 kilómetros desde Ezkaray. Nájera es el centro de la actividad económica de la comarca. Su gran patrimonio cultural es el Monasterio de Santa María la Real. Cuenta con el magnífico Claustro de los Caballeros, que combina los estilos gótico, plateresco y renacentista. La iglesia es gótica con un gran retablo mayor y una nave central donde se encuentra el coro con una maravillosa sillería. En el Panteón de los Reyes descansan los restos de Blanca de Navarra. Nájera tiene otros atractivos, como el Museo Arqueológico ubicado en la plaza de España, la Iglesia de Santa Cruz, el convento de Santa Elena o las ruinas del Alcázar.

Después de esta ‘inmersión’ cultural visitando monasterios, regresamos a nuestro punto partida. Unos 30 kilómetros nos separan de la capital Logroño. Para relajarnos por la noche, podemos escoger otra zona de tapeo, la de la calle San Juan, que no tiene nada que envidia ra la calle Laurel. Será un buen punto final a esta intensa ruta por La Rioja Alta.

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