Sorpresas en forma de viaje

por Gonzalo Paraíso

A mi y a mi familia nos encanta dar sorpresas. Cuando se acerca un cumpleaños empezamos a pensar qué podemos hacer para que sea todo un poco más especial y nos convertimos en unos maestros del misterio. Nos encanta todo el proceso de organizar todo y pensar como podemos hacerlo para que el homenajeado no se entere de nada. Pues bien, durante los últimos años, con lo que nos gusta viajar, estas sorpresas han sido en forma de viaje.

Para los 50 años de mi madre nos fuimos a Valencia a pasar el fin de semana. Mi madre es Dios en lo que a dar sorpresas se refiere (y no, creanme que no exagero, ahora lo entenderán), así que nos organizó a toda la familia un viaje a Valencia, nosotros no sabíamos nada y un día nos envió un mail diciendo que hiciésemos la maleta para pasar el “finde” fuera, que nos veíamos el sábado en la estación de Sants para coger un tren. Se pueden imaginar nuestras caras cuando subimos al tren y aún así no sabíamos cual era el destino del viaje, fue un fin de semana genial con toda la familia.

Recuerdo las navidades de 2013, estando en Donosti con mi madre, mi tia y mi abuela, estábamos comiendo el día de Navidad en un restaurante y de repente me dice: “Gon, déjame el monedero que mi jefe quiere que le compre unos billetes de AVE”, se pueden imaginar mi cara de “mamá, deja el móvil que es Navidad y ya lo haces luego”. Se puso pesada y le di el monedero porque al final era trabajo, total que a los 10 minutos y con mi cara de pocos amigos me dice “mira el móvil”, saco el móvil y me encuentro unas tarjetas de embarque para ir a París del 3 al 6 de enero. Se pueden imaginar mi cara de felicidad. Fue mi primera vez en París y en aquella ocasión me enamoré de la ciudad.

Para el cumpleaños de una amiga de la familia, fuimos a comer a un restaurante y su regalo fue una tarjeta citándola un día de enero en la estación del AVE. Nos íbamos ella y su marido, su hija y su marido y mi madre y yo a Madrid, pero ella se puso en modo visionaria y dijo que no, que nos había pillado, que se iba a Sevilla con mi madre y otra amiga a ver a una amiga que vive allí. Así que lo vimos claro y le dijimos que nos había descubierto (iba a ser todo mucho mas divertido), se pueden imaginar la cara cuando su marido la lleva a la estación y se sube con ella y mi madre al tren, cuando me encuentran a mi en el tren, cuando llegamos a Madrid (le habíamos dicho que en Madrid hacíamos el cambio de tren a Sevilla) y cuando al día siguiente aparecen su hija y su yerno en Madrid. Las caras que puso, valían oro.

Al final, lo que ha pasado con todo esto, como buen hijo que soy, es que he interiorizado las enseñanzas y este año para celebrar mis 25 años, he citado a mis amigos un sábado de diciembre a las 6 de la mañana en la T1 del aeropuerto de Barcelona. Vamos a pasar el día fuera y no, evidentemente, no saben donde van.

Como ven, hemos perfeccionado el arte de sorprender a la gente. Y como ven, mi madre es Dios dando sorpresas.

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