Los mapas de Ulises

por Lea Buendía

Era una cafetería pequeña, coqueta y tranquila. Entré por casualidad, a pedir un café rápido y no tuve más remedio que sentarme y pedir un té con pastas. Lento y reposado. Las paredes del local estaban llenas de mapas antiguos, arrugados, y amarillentos, colgados de cuadros de colores pastel.
Es curioso como las certezas y las incertezas del hombre pueden quedar dibujadas de manera tan precisa entre trazos de mares, ríos y tierra.

Había mapas mundi, mapas de islas, mapas sin forma de mapa. Mapas ilógicos y mapas de lo más lógicos. Mapas en evolución. Mapas de cuando la tierra no era redonda, de cuando los límites del mundo eran Libia, Etiopía o Berbería, de cuando la tierra fue un circulo perfecto.

Resigiendo las memorias de calígrafos, exploradores y geógrafos, llegué a una pequeña habitación presidida por un arco. Y más mapas, claro. El color amarillento del papel se tornaba aquí rosaceo y azul, y los marcos, blancos. Me senté en uno de los sillones. Delante mío un enorme plano de la ciudad de Troya presidía la sala. A su lado había pequeños dibujos de las islas de Ogigia, Candía o Citerea, la isla del amor. ¡Ai! cuantos dramaturgos, exploradores y poetas habrían soñado con pisas esas tierras…

Seguí mirando a mi alrededor: Araucania dictava el siguiente mapa. “Diego de Almagro, compañero de expedición de Pizarro había cruzado desde Cuzco el altiplano de los Alpes en búsqueda de las míticas ciudades del Oro, pero se equivocaba” me susurró la camarera al servirme el café, viéndome pérdida entre las líneas del mapa. “Había que ir más allá, hasta el estrecho de Magallanes, en la enigmática región de Auracania”, dijo firme antes de retirarse. “Fue una tierra de resistencia heroica que tardó tres siglos en ser conquistada”.

A su lado, había una pequeña ilustración de las fuentes del Nilo, con mapas de Arabia, Nubia y Mozambique a su alrededor. Vida en medio del desierto. La imagen daba color a toda la sala. Y no era para menos. Encontrar las fuentes del río que asombró a Yahvé ha sido una de las obsesiones más longevas de la historia de la humanidad. Exploradores, sabios y valientes han conspirado e inventado innumerables leyendas a su alrededor.  No sería hasta 1550 que León el Africano publicaría en África el ansiado secreto.

Removi mi té entusiasmada. Catay, El Dorado, el Reino de Saba, el Gran Imperio Mongol, Kafiristán, Monomotapa, la Tierra del Fuego, Tierra Australis, El país de las amazonas… ¡Era una sala de mitos y leyendas! De lugares soñados. Quizá inventados. De tierras intuidas, temidas, o quizá olvidadas. De países misteriosos. De patrias imaginadas. Schliemann, Bérard, Henri Michaux… De exploradores, de poemas, de escritos y escritores. De historias.

De lugares mágicos. Imaginados e imaginarios, pero reales y viajables en todo caso.

Lea Buendía

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