Amor al revés es Roma

por Olivia Oporto

Pues si hoy es San Valentin, y si ya lo sé, es una fiesta un tanto pasada de moda, seguramente es una fiesta muy comercial, es un día en el que la gente se hace regalos porque se ven tan saturados de mensajes subliminales por doquier que acaban cayendo en la tentación, es una celebración cursi, kitsch, bla, bla, bla….pero la verdad es que es tan romántica que cuando uno está enamorado le da todo igual.

Yo creo que no hay ciudades especificas para enamorarse, pero si es verdad que hay ciudades que con su singular belleza hacen que abandonarse al amor sea mucho más sencillo. Los que me habéis seguido en el blog sabéis que una vez más voy a caer en Italia, un país que por un millón de cosas parece que está hecho a medida para el “amore”.

No voy a negar el encanto de una ciudad como Nueva York a la que gracias a las películas le hemos visto también su lado romántico, el Central Park en otoño, los grandes almacenes decorados suntuosamente en Navidades con sus maravillosas canciones que derriten el corazón, o lo alto del Empire State Building en el que es imposible no ver a Meg Ryan y Tom Hanks versionando la maravillosa “Tu y Yo” de Gary Grant y Deborah Kerr. Es verdad, Nueva York también despierta mi lado sensible desde este punto de vista, pero claro ¿se puede competir con una puesta de sol en Positano o un balcón en Sorrento que te regala los paisajes más fantásticos del Mediterráneo mientras alguien se preocupa de que escuches las notas de Caruso? ¿Se puede competir con un paseo por las callejuelas venecianas o un recorrido nocturno en lancha mientras el sol se esconde y la bella ciudad se viste de noche? ¿Es posible algo mejor que un chocolate caliente de invierno en una terracita florentina frente a la visión del duomo? ¿Hay algo comparable a abrir una ventana y llenarse los ojos de un campo de girasoles toscanos o de una infinita hilera de viñedos que se dejan iluminar por el sol más bello?

PeliculaYo he viajado por varios países del mundo y confirmo que las historias de amor más románticas que me han explicado siempre han tenido como marco alguna de las más bonitas localidades de Italia. Es cierto que todas y cada una de las ciudades del mundo tienen sus lugares singulares y con encanto, pero os explico una historia que me han contado y ya veréis que solo podía suceder en Roma. Una sencilla cena que se convierte en una gran velada cuando el escenario lo configuran los lugares más mágicos de la ciudad cuyo nombre escrito al revés significa AMOR.

Una joven se cita con otro joven, un apuesto e inteligente actor y director teatral cuya vida se desarrolla entre Londres, Nueva York y Roma. Coincidiendo con una breve estancia del actor en la ciudad eterna quedan para cenar una noche y el punto de encuentro es la Piazza del Popolo. Ella como siempre llega antes de lo previsto y mientras espera recorre con su mirada la majestuosidad de las dos iglesias idénticas que hacen de la Piazza del Popolo una de las más bellas plazas del mundo. El apuesto galán llega puntual al encuentro y pasean charlando por la coqueta y elegante via del Babbuino que finaliza su recorrido en la Piazza di Spagna que en el momento del atardecer cuando el sol se pone regala una estampa de la escalinata de la Trinità dei Monti que quita el sentido. Como todavía es pronto para cenar deciden acercarse a Campo Marzio y sentados en una de las mesas de Ciampini toman un delicioso aperitivo a la italiana. Es primavera en Roma y el viento del ponentino que tanto se menciona en las canciones tradicionales romanas se deja notar con suavidad. El sol aún no se ha puesto del todo y las casas de ladrillo rojizo todavía brillan con la luz del día.

El tiempo pasa y esa noche para cenar deciden que contraviniendo las normas no irán en busca de cocina italiana y se deciden por un pequeño restaurante español ubicado detrás de la Piazza Navona.

Desde Campo Marzio salen hasta Via del Corso, desde allí llegan a Piazza Colonna, bajan hacia el Pantheon, y en pocos minutos están en la Piazza Navona. Mientras el apuesto actor sigue hablando acerca de sus viajes, castings, guiones y proyectos, ella escucha atentamente mientras piensa que la belleza de todo lo que les rodea parece un decorado de película por la perfección del entorno.

Caminan, charlan, se paran ocasionalmente cuando la conversación es más intensa, y sin ninguna prisa llegan al pequeño restaurante detrás de la Piazza Navona. Una vez más pequeñas mesas ubicadas en minúsculos espacios que sería impensable considerar terrazas en algún otro lugar del mundo pero que en la noche romana configuran los restaurantes más románticos del universo.

iPhone_1122_2Un buen vino, una buena muestra de la mejor cocina española, y la noche transcurre entre una charla intensa, la brisa del ponentino cada vez más dulce, las mareas de turistas que a esa hora del día llenan Roma buscando un lugar para cenar, y la certeza de estar disfrutando de una noche especial. Me explica la joven protagonista de la historia que esa era su primera cita, después de breves encuentros de trabajo formales en anteriores ocasiones, muchas conversaciones telefónicas, y muchos correos electrónicos cada vez más frecuentes. La noche avanza y una ligera lluvia de primavera empieza a caer sobre la ciudad eterna. Está llegando el momento de concluir la cena, si bien ninguno de los dos muestra el más mínimo interés por finalizar la noche. Ella no deja de pensar que a la mañana siguiente un avión llevará de regreso al actor a un importante casting en Londres. Después de darse cuenta de que son los últimos comensales en el restaurante y de recibir intensas miradas de reprobación por parte de los camareros ansiosos por concluir la jornada deciden abandonar el lugar y volver sobre sus pasos hacia Piazza Navona.

A esa hora ya es noche cerrada, la plaza presenta un bello e inusual aspecto solitario y la maravillosa fuente de los cuatro rios de Bernini perfectamente iluminada es el marco perfecto en el que seguir disfrutando de la velada. Sentados junto a la fuente saben que ha llegado ese momento de la noche en el que hay que decidir cómo será el punto y final. Desde una de las pequeñas callejuelas de la Piazza Navona se dirigen hacia Corso Vittorio, han dejado de charlar y caminan cada vez más cerca, la elegante silueta del Cupolone se recorta en el cielo límpido de primavera. Ya han decidido cómo acabará la noche, y con el permiso del imponente Vaticano no será rezando…

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1 comentarios

María Teresa O. 16/02/2016 - 11:55

¡¡¡¡Maravilloso como siempre!!!!! Haces que me “transporte” a los lugares que describes y esta historia romántica ha sido encantadora.
Tu descripción de la velada, con todos sus momentos, es lo más bonito que se puede experimentar.
Ciao, hasta la próxima. Besos.

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